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Una fiesta de amistad y esperanza: Ultreya Nacional de El Salvador 2025

Dicen que cuando la amistad es auténtica, el Evangelio se hace creíble. Y eso fue justamente lo que se vivió en El Salvador durante la Ultreya Nacional del Movimiento de Cursillos de Cristiandad: una explosión de fe, alegría y fraternidad que reunió a más de 500 cursillistas en la Casa DeColores de la diócesis de San Miguel.

Desde temprano se respiraba un ambiente especial. Hermanos y hermanas provenientes de todas las diócesis del país iban llenando el lugar con sonrisas, abrazos y ese “De Colores” que se siente antes de pronunciarlo. Pero la gracia fue aún mayor: llegaron también amigos de República Dominicana, Guatemala, Honduras, y tres cursillistas de Mallorca —Carmen Enseñat, Juan Aumatey y Marga Munar— recordándonos que la amistad en Cristo no conoce fronteras.

Una preparación mariana para abrir el corazón

La celebración comenzó la noche anterior, en Jocoro (Morazán), con una hermosa Noche Mariana. Porque los cursillos son cristocéntricos, sí, pero siempre caminamos de la mano de María, Madre y compañera en la fe. Bajo su mirada confiada, los participantes prepararon el espíritu para todo lo que vivirían al día siguiente.

En esos momentos de oración sencilla y profunda se entrelazaron voces, intenciones y esperanzas, como si cada Ave María abriera un espacio más amplio en el corazón para acoger a los demás.

Un día para renovar la misión

El 7 de diciembre amaneció luminoso sobre la Casa DeColores. Tras las palabras de bienvenida del Presidente del Secretariado Diocesano de San Miguel,  Héctor Brizuela y del Presidente Nacional, José Luis Urías, la mirada se centró en el lema de este año:
“Donde hay amistad auténtica, el Evangelio se hace creíble.”

El rollo principal, impartido por Juan Aumatey, invitó a todos a volver a lo esencial del carisma: evangelizar desde la amistad, acercarnos a cada persona con respeto, alegría y una actitud profundamente cristiana. Porque la amistad no solo es método, sino camino interior que nos ayuda a crecer como discípulos y a acercarnos más al corazón de Cristo.

Luego llegaron las vivencias, siempre el momento más esperado. Desde cada diócesis salvadoreña —y también desde los países hermanos— se escucharon testimonios llenos de vida, luchas, pequeños milagros cotidianos y esa esperanza que solo brota cuando el Señor se hace presente en lo simple.

Hubo también un rollo místico, ofrecido por el Padre Carlos Villatoro, que llevó a los presentes a contemplar el misterio de un Dios que actúa en lo oculto y en lo pequeño. Como broche espiritual, la Santa Misa fue presidida por el Cardenal Gregorio Rosa Chávez, acompañado de sacerdotes de varias diócesis.

Una Iglesia que acompaña y anima

La presencia del Obispo de San Miguel, Mons. Fabio Reynaldo Colindres, fue signo claro de comunión eclesial. Sus palabras, sencillas pero profundas, animaron a todos a seguir fortaleciendo los lazos de amistad, porque —como él recordó— la evangelización comienza cuando dos personas se reconocen como hermanos.

Entre cantos, colores y abrazos, la Ultreya Nacional fue confirmando lo que muchos ya sabían: que Cristo sigue actuando poderosamente en el MCC, que la amistad transforma vidas y que la fe, vivida en comunidad, se vuelve un anuncio creíble y contagioso.

Un envío para seguir caminando juntos

Al despedirse, los cursillistas no se iban igual. Se iban renovados, con la alegría de saberse parte de una gran familia y con el desafío de llevar esa amistad auténtica a sus ambientes. Porque cuando un cursillista vive De Colores, otros descubren que Dios sigue pasando por la vida… y lo hace siempre junto a nosotros.

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