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¡FELIZ DOMINGO DE GAUDETE!

Mis queridos hermanos cursillistas en el Señor:

 

El Domingo Gaudete (que significa «alégrate» o «alaba») es el tercer domingo de Adviento en el calendario litúrgico del cristianismo occidental, incluida la Iglesia católica romana. Encendemos la tercera vela y nos alegramos como los pastores, por lo que llamamos a la tercera vela la «Vela del Pastor», y su color es el rosa, el color litúrgico de la alegría.

 

En las lecturas de este domingo en particular, en primer lugar, la profecía de Isaías —el desierto floreciente, la curación de los afligidos— nos recuerda que Dios trae vida donde hay esterilidad, esperanza donde hay desesperación. En segundo lugar, el salmo se hace eco del corazón de Dios por la justicia para los pobres, los oprimidos y los extranjeros. Nos invita a ver la fe no solo como algo privado, sino como algo que se extiende: levantando a los marginados, ofreciendo ayuda, viviendo la solidaridad. En tercer lugar, la advertencia de Santiago de ser pacientes y firmes se refiere a los momentos «intermedios», a menudo largos e incómodos, de espera, anhelo y sufrimiento. El Adviento no es solo una cuenta atrás, sino un tiempo de espera fiel, confiando en los tiempos de Dios. Y en cuarto lugar, San Mateo señala los efectos tangibles del ministerio de Jesús: la curación, la misericordia y la inclusión. Nos desafía a estar atentos a la presencia de Dios en nuestra vida cotidiana.

 

El ejemplo de Juan el Bautista muestra la fe en acción: señalar a los demás a Cristo en lugar de a la gloria propia. Nosotros, los cursillistas, estamos invitados a dar testimonio, a guiar a nuestros amigos hacia la «luz», a vivir el Evangelio en nuestro entorno.

 

El Domingo Gaudete (Domingo de la Alegría) nos invita a un espíritu de esperanza gozosa. Vivimos en un mundo con muchas incertidumbres: sociales, económicas y personales; una vez más, las lecturas de hoy nos recuerdan que (1) Dios no está lejos, incluso en el «desierto» (dificultades, soledad, dolor), Él viene a traer vida, sanación y esperanza. (2) que la fe exige compasión: encontrar a nuestros vecinos, actuar por la justicia, apoyar a los vulnerables. (3) que la paciencia y la confianza no son pasivas, sino una disposición activa arraigada en la esperanza. (4) que nuestra vida cristiana no es solitaria, sino que formamos parte de un pueblo que anhela la redención, llamado a ser instrumento de la misericordia de Dios. (5) y que la alegría es posible, no un optimismo ingenuo, sino una alegría profunda basada en las promesas y la presencia del Señor.

 

¡De colores!

 

Paul Tung Nguyen

Asesor Espiritual del APG.

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