El MCC en tierra altiplánica.
La historia del Movimiento de Cursillos de Cristiandad en Bolivia es, ante todo, una historia de encuentros que transforman. Una historia donde Dios ha sabido servirse de personas concretas, de sus talentos, de sus búsquedas y hasta de sus dudas, para encender en el país un camino de fe, amistad y misión que sigue dando frutos hasta hoy.
Todo comenzó casi por “casualidad divina”. En 1954, dos jóvenes bolivianos viajaron a Madrid para completar sus estudios de Derecho. Eran Alfonso Prudencio y Jorge del Villar, figuras conocidas entre la juventud universitaria española por su simpatía, inteligencia y personalidad arrolladora. Ninguno de los dos era especialmente religioso: Prudencio confiaba más en la política que en Dios; y Del Villar —apodado “el Indio”— se sentía más cercano a Marx que a Cristo.
Pero Dios tiene su propio estilo: entra por caminos inesperados y se vale de los líderes para llegar a muchos.
Ambos jóvenes fueron invitados a vivir un Cursillo de Cristiandad… y allí todo cambió. De aquellas jornadas salieron profundamente transformados, abrazando una fe viva y una misión clara. Pronto se convirtieron en dirigentes: Rector Prudencio, Rector Del Villar, y más tarde, el mismo “Indio” llegó a ser Encargado Nacional de Cursillos dentro del Consejo Superior de la JACE.
A fines de 1956 regresaron a Bolivia llevando en el corazón ese fuego que no se puede esconder. En cuestión de meses lograron suscitar en los jóvenes de La Paz un entusiasmo enorme por el Movimiento. Con el apoyo de Mons. Armando Gutiérrez, obispo auxiliar, se celebraron allí los primeros Cursillos de hombres y mujeres a comienzos de 1957, marcando oficialmente el nacimiento del MCC boliviano.
El crecimiento fue sorprendente. Muy pronto el Movimiento se extendió a Cochabamba, Sucre, Santa Cruz, Oruro y otras diócesis. Faltaban sacerdotes que hubieran vivido el Cursillo, pero sobraba entusiasmo apostólico. Por eso, durante los primeros años los rollos eran dados casi exclusivamente por los laicos, mientras los sacerdotes colaboraban con la eucaristía y la confesión. En la práctica, Prudencio actuaba como “el” Rector y Del Villar, con su pasión mística redescubierta, hacía de Director Espiritual improvisado, predicando meditaciones y rollos espirituales con ardor contagioso.
La historia conserva una anécdota única: hasta 1961, el Rollo de Sacramentos en Bolivia fue siempre dado por laicos. Una muestra preciosa de cómo el MCC boliviano nació profundamente arraigado en la corresponsabilidad laical.
Aunque en La Paz hubo un bajón hacia 1958 por falta de acompañamiento sacerdotal, el Movimiento floreció con fuerza en Cochabamba y Oruro. Allí, gracias al apoyo del P. Gaudet, Vicario Provincial de los Oblatos, comenzaron a realizarse los primeros Cursillos para adultos, consolidando definitivamente el MCC. En muy poco tiempo, el Movimiento ganó la aprobación y bendición del episcopado boliviano, que reconoció en él un auténtico instrumento de renovación cristiana.
Hoy, mirar esta historia es descubrir un mensaje de esperanza:
Dios no llama a los perfectos; perfecciona a los llamados.
Usó dos jóvenes “alejados”, los tocó en un Cursillo y, a través de ellos, abrió un camino de Evangelio para toda una nación.
El MCC en Bolivia sigue caminando con la misma alegría, el mismo ardor y el mismo espíritu del cuarto día que animó a aquellos pioneros. Y su historia nos recuerda que, cuando un corazón se deja encontrar por Cristo, la amistad se vuelve misión y los ambientes comienzan a cambiar.
¡De Colores, Bolivia!
Que siga brillando la esperanza en cada cursillista, en cada ultreya y en cada ambiente donde se anuncia lo fundamental cristiano.