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El Movimiento de Cursillos de Cristiandad en Filipinas: 60 años de fidelidad a la Iglesia.

“Cristo cuenta contigo… y tú, ¿con quién cuentas?”

Hay historias que comienzan pequeñas, casi imperceptibles, pero que con el tiempo se vuelven corrientes de gracia. Así nació también el Movimiento de Cursillos de Cristiandad (MCC) en Filipinas, allá por los años sesenta, cuando unos pocos laicos soñaron con llevar a su pueblo una experiencia viva del amor de Dios.

Era 1963. Algunos filipinos habían participado en Cursillos en los Estados Unidos, donde el movimiento ya florecía. Volvieron al país con el corazón encendido y con una idea clara: si este encuentro transforma vidas, también puede transformar las nuestras en Filipinas.

Con el apoyo de pastores como el Arzobispo Julio Rosales de Cebú, se organizó el primer cursillo en la isla. No fue un gran evento, ni una multitud. Pero quienes participaron salieron con una alegría nueva, con el deseo profundo de “vivir lo fundamental cristiano” y compartirlo.

Pronto el fuego se extendió. En 1964, el MCC llegó a Dávao, y dos años después, en 1966, las mujeres vivieron su primer cursillo en la Betania Retreat House de Quezón City. La semilla había germinado.

Durante los años siguientes, el MCC se multiplicó por todo el país. En Manila, en Cebú, en Dávao, en Iloilo… cada cursillo era una pequeña “Pentecostés” donde hombres y mujeres descubrían que el Evangelio podía vivirse con alegría y amistad.

Las ultreyas y los grupos de perseverancia se convirtieron en puntos de encuentro donde la fe se compartía entre sonrisas, testimonios y oración. Allí, los cursillistas se animaban unos a otros a ser luz en sus ambientes —en el trabajo, en la familia, en la sociedad.

Y el fuego no se quedó en Filipinas. Muy pronto, cursillistas filipinos ayudaron a llevar el movimiento a otros países asiáticos como Corea, Vietnam y Taiwán. Filipinas se volvió puente y misionera del Cursillo en toda Asia.

El MCC no es un evento de tres días. Es un estilo de vida. Es descubrir que Cristo nos ama tal como somos y nos invita a transformar el mundo desde dentro. Es aprender a mirar la vida con esperanza, a formar comunidad, y a vivir la fe en lo cotidiano.

Por eso, después de tantos años, el MCC sigue siendo un espacio donde miles de filipinos han encontrado una nueva razón para sonreír, servir y amar. Muchos líderes laicos, catequistas y servidores parroquiales han nacido de esta experiencia de gracia.

Hoy, más de seis décadas después, el MCC en Filipinas sigue encendiendo corazones en 16 Diócesis. En cada ultreya, en cada grupos de amigos que oran juntos, se sigue escuchando la misma llamada:
“De Colores… y adelante, siempre adelante.”

Porque mientras haya un cursillista dispuesto a llevar a Cristo a su ambiente, el fuego del MCC seguirá ardiendo. Y Filipinas —tierra de fe y alegría— continuará siendo testigo de cómo el amor de Dios puede cambiarlo todo.

“Cristo cuenta contigo.” Y nosotros, con su gracia.

Seguimos en movimiento:¡De Colores! 🌈

 

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