Gustavo Rosende Salazar
Diócesis San Bernardo- Chile
Ex Secretario – Grupo Latinoamericano de Cursillos de Cristiandad.
Me siento bendecido. Estoy convencido de que soy el predilecto del Señor y que uno de los regalos con los que mi Papá Celestial quiso consentirme, fue la invitación que me hizo para servir en una labor hermosa y fue así que durante cinco años tuve la oportunidad de recorrer -presencial y virtualmente- todo Latinoamérica con el GLCC. Fue ahí que pude conocer las distintas formas y colores con los que el Movimiento concreta su Carisma en cada país, alegría y entrega reflejada en hombres y mujeres que eligieron al MCC como su forma de vida. Sin embargo, fue también muy valioso lo que aquellos dirigentes manifestaron como dificultades, la cara que no todos queremos mostrar o ver. Entre aquellos dolores había uno en particular que a todos punzaba en el alma: la falta de jóvenes en el Movimiento, una realidad innegable.
Si bien lo anterior no me sorprendió, me hizo reflexionar. No es para nadie un misterio que el MCC nace en el seno de la Juventud de Acción Católica Española, y que durante muchos años, Cursillos fue considerado por muchos, como una instancia dirigida casi exclusivamente a jóvenes; y que si bien el origen fue tal, a los pocos años se consolidó con un carisma y un método que funcionaba transversalmente para todas las edades. Así se fueron sumando Cursillos por el mundo, pero por alguna razón, restando la participación de dirigentes jóvenes.
¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Qué ha pasado en este tiempo, en todos los años de historia del Movimiento, con la participación de jóvenes? Existe evidencia de que este no es un tema exclusivo de nuestros tiempos. Ya en el año 1968, en el 1er Encuentro Latinoamericano de Dirigentes de Cursillos de Cristiandad (Bogotá, Colombia) sus conclusiones incluyeron una respuesta al Episcopado Latinoamericano que rezaba “los jóvenes, tema digno del máximo interés y de grandísima actualidad”. Así como esta, muchas otras instancias del Movimiento, en cada década, se ha preocupado de instalar la inquietud, pero pareciera que sin éxito, dados los números, relatos y realidad con que nos encontramos en la gran mayoría de las Diócesis y países donde existe el Movimiento de Cursillos de Cristiandad.
Muchos, buscando las raíces del problema, hemos podido concluir que se trata de un fenómeno global, sociocultural de nuestra época y no sólo del MCC. En buena parte, esto puede ser cierto, pues nadie puede vivir aislado de su cultura y de su historia, empero, un análisis serio y objetivo, en muchos casos hace salir a la luz razones más simples, como falta de determinación y otras que se pueden relacionar directamente con una inadecuada aplicación de nuestro Método.
Así las cosas, la crisis de un movimiento envejecido ha hecho reaccionar a muchos dirigentes, quienes han tomado esta misión como prioritaria, empujando la participación de jóvenes en los cursillos y, mejor aún, trabajando ambientes juveniles con el ánimo de ganarlos para Cristo. Aquello es absolutamente loable (e imitable), pero no tendrá mayores resultados si no va de la mano de un trabajo serio de poscursillo, proyectando aquellos nóveles dirigentes en su tercer día. La invitación es a dejar de improvisar y planificar sus reuniones de Grupo, Ultreyas y escuelas como lugares donde puedan encontrarse con más jóvenes y, más importante todavía, donde encuentren su vocación como cristianos. Además, con las palabras de nuestro Santo Padre en mente, incluso las pronunciadas hace solo unos días, de que los jóvenes están llamados a ser protagonistas y no meros espectadores de nuestra realidad, es que debemos tomar en serio la misión de formarlos e insertarlos en las escuelas de dirigentes, entregarles tareas de verdad y una adecuada formación que los enamore del Carisma y decidan perseverar en el Movimiento de Cursillos de Cristiandad.
Siempre se dice que no hay fórmulas exactas para afrontar esta realidad, pero estoy convencido que, si hacemos de lado algunas costumbres e ideas muy arraigadas que tenemos los dirigentes de mayor rodaje, como pensar en los jóvenes como “las torres de relevo” o los “dirigentes del futuro”, las cosas irán mucho mejor. No solo porque aquella rebeldía e idealismo nos refresca y desafía, sino porque hoy está más claro que nunca que ellos son dirigentes actuales, del “hoy”, y absolutamente necesarios para afrontar el mundo de esta época, inmersos en ambientes a los cuales otros no llegarán. La Iglesia y el MCC necesita a jóvenes y viejos, Pedros y Juanes. El desafío está planteado, ¿Cristo cuenta contigo para ello?