“Con Jesús en comunión y oración, transformamos la nación”.

Permítanme decir: ¡Gracias Señor! Porque te conocí y te dejé entrar a mi vida.

Antes de que esto sucediera, puedo decir que mi vida no tenía sentido, era como un barco a la deriva, sin horizonte. Vivía insegura, con miedo, triste, confundida. En ese momento, entendía que solo había tres cosas por las cuales debía luchar: primero, el trabajo; segundo, la familia y tercero, Dios. Como ven, mi orden de prioridad estaba distorsionado, Dios ocupaba el tercer lugar en mi vida. Después de conocerlo el orden cambió. Primer lugar, Dios y segundo mi familia, me quedé con esas dos.

Renuncié al trabajo para dedicarle más tiempo a mi familia y a la nueva misión que el Señor ponía en mis manos. Ahora tengo el título de abogada colgado en una pared, pero tengo otro grabado en mi corazón que dice: “He conocido a Dios y solo Él basta”.

Dios en su infinita misericordia, fijó su mirada en mí. Todo comienza en el año 1987, cuando una amiga nos invita a vivir un retiro (Retiro de Amor Conyugal), inmediatamente le dije que no, poniendo miles de excusas que de nada sirvieron, porque ya Dios me había elegido.

MI NUEVA VIDA

Estando en el retiro, fui comprendiendo tantas cosas que desconocía, de mi persona, de mi pareja y sobre todo de Dios. Recuerdo haberle dicho a mi esposo Rhadamés, ¡Cuantos errores cometidos! ¡Hemos perdido 10 años! pero al descubrir tantas cosas que ignoraba, decidí poner en práctica todo lo allí aprendido, seguí buscando ayuda y me integré junto a mi esposo a la Pastoral Familiar. Logré alcanzar algo que deseaba, ayudar a otras parejas que, por razones semejantes a las nuestras, estaban pasando las vicisitudes que nosotros habíamos vivido.

Llegamos a coordinar nueve grupos de parejas en diferentes comunidades, luego nos eligen para coordinar la Pastoral Familiar a nivel de la Diócesis.

Algo muy curioso que se dio en nosotros, fue que mientras más parejas acompañamos, nuestra relación se fortalecía cada vez más. Hoy tenemos 45 años de casados.

En el año 1992, nos invitan a vivir la experiencia del Cursillo de Cristiandad, aquí no puse excusa, ni mi esposo tampoco, aceptamos con mucha alegría. Él vivió el No. 219 y yo, el No. 220 del 23 al 26 de abril, en la casa Padre Fantino del Santo Cerro, La Vega.

CURSILLO DE CRISTIANDAD

Cuando conocí al Señor y decidí seguirle, amarle y servirle, Él me fue dando más y más, el cursillo era una muestra de eso. Fueron tres días maravillosos, una experiencia inigualable, decía: ¡Wao! Este movimiento es la madre de todos los movimientos, encuentros y retiros, que a la fecha había vivido.

En esos tres días, me sentía feliz y maravillada al ver que lo que estaba viviendo era solo obra del Espíritu Santo, porque humanamente es imposible organizar un método o un medio que te permita conocer tantas cosas en tan poco tiempo.

Fui observando el orden, la seriedad, la espiritualidad, los conocimientos, la concatenación de un rollo con el otro, la alegría, el servicio, la entrega y la disponibilidad de los servidores.

Todo eso hizo que me enamorara del Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Me invitaron a participar de la Escuela de Dirigentes y acepté. Seguí preparándome para servir a los demás como lo hicieron conmigo en esos tres días.

En el tiempo que tengo en la escuela, he coordinado junto a un grupo de hermanos, el Secretariado y el Movimiento de Cursillos de Cristiandad, en dos períodos a nivel de la Diócesis de La Vega, he servido como rectora o como rollista en más de 60 cursillos.

Con los 32 años que llevo en la escuela, sigo con el mismo entusiasmo como cuando entré, dispuesta a seguir sirviendo en lo que me necesiten, consciente que todo es obra del Espíritu Santo, y que nunca he descuidado el Trípode (Oración, Estudio y Acción).

Oración: Mis pies por la mañana no tocan el suelo sin antes hacer el Santo Rosario y mis oraciones de la mañana.

Estudio: Todos los días leo un capítulo de uno de los libros de la Biblia. Además, otros medios como charlas, prédicas, reflexiones, libros que me fortalecen en este camino de fe.

Acción: Aprovecho toda oportunidad para hablar del Hermano Mayor (Cristo), y si no se me presenta, la busco.

Lo he logrado porque todo lo puedo en CRISTO que me fortalece (Filipenses 4, 13)

Y porque…

¡CRISTO y Yo, mayoría aplastante!

María Nereyda Abreu Marmolejos

Diócesis de La Vega, República Dominicana

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