Eduardo Bonnín

Semblanza de Eduardo Bonnín

La alegría radical, la voluntad férrea, la lealtad institucional a la Iglesia Católica,  y la constancia inasequible al desaliento son las características de este hombre singular, Eduardo Bonnín. Un ser sociológicamente raro,  que nos hizo concebir, con su forma particular de ser, propia de las personas que ven, la posibilidad de conectarnos a la luz del Evangelio para iluminar cada circunstancia de la Vida, para confrontar la historia personal de cada uno evitando que nuestra alma quede presa de ella y para confiar en una realidad superior que nos protege y nos espera, que nos acompaña, que es presencia acompañante y desde cuya consciencia es por la que podemos experimentar la verdadera libertad.

Eduardo, persona de una sola idea cuál era introducir  en la normalidad de la vida la consciencia de la victoria del Señor, una victoria sobre los propios límites concebibles para la humanidad. Una vida de posibilidades para cada persona, exclusivamente para su bien.

Un Bien personal y particular, sin sumisión alguna al grupo, al movimiento, ni a institución alguna. Un Bien al que cada persona desde su libertad asistirá para celebrarlo y para mantenerlo.

Una victoria denominada Resurrección, su mayor fortaleza respecto de la muerte, posibilitando que esta concepción universal camine con los pies de lo cotidiano, concibiendo el cristianismo como la culminación de lo posible, por la invitación que conlleva a la posibilidad de la mejor versión que cada uno puede alcanzar con su vida.

Todo ello, desde la más absoluta normalidad, sin extravagancias absurdas, sin destacamento proselitista, sin dilución de la singularidad, originalidad y creatividad  de cada uno, que se conduce a sí mismo a esta realidad abierta y que puso en el origen de cada persona la vivencia de un cursillo de cristiandad. ¿Un cursillo para qué?. Para iniciarse junto a otros que pueden acabar siendo amigos  en una dinámica espiritual de aceptarse como uno es, comprendiendo que puede ser mejor y pudiendo realiza este camino en compañía.

Saberse amado por el Señor es la mayor fuente de energía mental para afrontar y confrontar la vida, por que nos conecta a un Universo inteligente al que pertenecemos  y que nos ha preferido para vivir, nos proporciona la autoestima suficiente para afrontar y confrontar la Vida , desde donde estemos y sea cual sea la circunstancia que nos espera y que nos acecha. Nos abre a saborear los bienes y je nos regala la Vida, nos posibilita participar de consciencia de que todo es relativo, salvo el Amor, salvo la decisión cierta de apostar por el Amor en cada momento en cada esquina de la vida iluminada por la luz del Evangelio.

No es la consecución de un catecismo perfecto si no la infalible intención de ser buenos, con fidelidad a realizar el Evangelio, atentos a las personas y abierto a las nuevas realidades.

No se trata la idea de Eduardo pues la de conquistar el ambiente en el sentido de que haya otros que pasen por mi conocimiento por la experiencia previa de un cursillo, si no el de conocer a las personas para saber exactamente qué les podemos dar de nosotros y no dejarse llevar por la corriente.

Esta mentalidad de puro fuego, de Amor, de pura llama encendida en nuestros corazones,  nos convierte en faros para el desarrollo de la consciencia ajena. Pero por lo que vivimos nosotros como testimonio coherente, no como cátedra de conocimiento previo ejercida sobre los demás, pretenciosa de un mérito absurdo.

Esto me enseñó a mí Eduardo Bonnín. Como a tantos otros que le quisimos escuchar. Lo llegamos a expresar conjuntamente. La persona de Cristo es el eje in

 

spirador de la verdadera libertad de consciencia, el Evangelio y los Hechos de los Apóstoles una actitud ante la vida y la amistad verdadera la manera noble y realmente posible del paso sinodal.

(Sínodo=caminar juntos)

Coloquemos esta realidad en una dinámica de encuentro interpersonal en los tres tiempos del cursillo, su obra genuina. Luchó Eduardo por mantener esta intención primigenia por la que vio la luz el Movimiento de Cursillos, más que para destacar su protagonismo personal del que renegó, afirmando que son obra del Señor, haciéndose pequeño ante la inmensidad de la que nos hace participar, vulnerable hasta a exterminación de su huella, diciendo de sí mismo que fue siempre un aprendiz de cristiano, en sintonía con la fragilidad del nacimiento que cambió el mundo. Es justo que le recuerden los demás hombres, para que les pueda llegar algo de lo que nosotros hemos tenido la suerte de conocer. Amigo Eduardo, Cristiano Bonnín, hinche nuestra alma de pleno sentido la amistad de un aprendiz.

Jesús Valls. Diciembre 2024