
La situación de los cristianos en Vietnam hoy es una mezcla de desafío y esperanza, porque aunque la presencia católica es antigua y muy viva, la libertad religiosa continúa teniendo límites que marcan la vida cotidiana de la fe. En las ciudades se respira mayor apertura, mientras que en regiones rurales o entre minorías étnicas subsisten controles y restricciones que condicionan el testimonio cristiano. Sin embargo, la energía de la Iglesia vietnamita es sorprendente: parroquias llenas, jóvenes comprometidos, abundancia de vocaciones y un deseo sincero de vivir la fe con alegría, lo que convierte este ambiente, no siempre fácil pero lleno de vida, en un terreno especialmente fecundo donde el Movimiento de Cursillos de Cristiandad puede encender procesos profundos y duraderos.
La historia del MCC en Vietnam es una historia de siembra valiente, de dispersión dolorosa y de renacimiento esperanzador. Todo comenzó en 1965, cuando un grupo de cursillistas filipinos —militares destinados en Vietnam del Sur— llevó allí la experiencia viva del Cursillo. Los primeros fines de semana se impartieron en inglés para oficiales del gobierno y personal militar en Saigón, y pronto empezaron a aparecer los primeros frutos en el entusiasmo, el compromiso y el deseo de que aquel movimiento fresco se encarnara en la cultura local.
Entre los protagonistas de esta primera etapa destacó de forma especial la figura del entonces joven obispo Francis Xavier Nguyen Van Thuân, quien había asistido previamente a un cursillo en Filipinas y quedó profundamente marcado por su espiritualidad, por su método y por su llamado a la conversión personal. Su presencia en los primeros cursillos celebrados en Vietnam y su apoyo decidido a la creación del Movimiento de Cursillos en el país ayudaron a dar solidez y profundidad a esta siembra inicial, que encontró un signo claro de crecimiento en 1967 con la celebración del primer cursillo en lengua vietnamita, lo que mostraba una acogida sorprendente y un arraigo que comenzaba a tomar forma en la comunidad local.
La historia dio un giro abrupto en 1975 con la caída de Saigón y la llegada del régimen comunista, que limitó fuertemente la libertad religiosa y obligó a muchos cursillistas a huir del país, entre ellos laicos y sacerdotes que habían sido protagonistas de aquella primera siembra. Lo que parecía el final se convirtió, sin embargo, en una expansión inesperada, porque la diáspora vietnamita, establecida principalmente en Estados Unidos, Australia, Canadá y Francia, llevó consigo la experiencia vivida en los cursillos y la transmitió en sus nuevas comunidades. De este modo nació un MCC vietnamita en el exilio que mantuvo viva la identidad, la alegría y el ardor evangelizador del movimiento incluso lejos de su tierra, y que fue reconocido oficialmente dentro del Grupo Asia-Pacífico en 1992, consolidando su misión internacional y convirtiéndose en un apoyo constante para el MCC en Vietnam.
Mientras tanto, dentro del país la semilla permaneció silenciosa pero viva, y a partir del año 2006 comenzaron a surgir nuevos grupos de laicos que deseaban reencontrarse con el espíritu original del MCC, retomando la amistad cristiana, las reuniones de grupo y las ultreyas. Este renacer fue posible en gran medida gracias al acompañamiento generoso y perseverante de los cursillistas de la diáspora, especialmente de Estados Unidos y Australia, que nunca dejaron de apoyar a sus hermanos en Vietnam y que actuaron como puente entre aquella siembra primera y el crecimiento actual. Finalmente, en 2017 el MCC Vietnam en el continente fue reconocido oficialmente dentro del Grupo Asia-Pacífico, confirmando que la semilla plantada décadas atrás nunca había dejado de respirar y que la vida del movimiento en el país estaba renaciendo con fuerza, aunque de manera discreta.
Hablar del MCC en Vietnam es hablar de fidelidad en la dificultad, de creatividad en el exilio y de valentía en la reconstrucción. Es una historia que muestra que la fe auténtica descubre caminos incluso donde parece no haberlos, y que la amistad cristiana puede unir a un pueblo disperso por miles de kilómetros. La comunidad cursillista vietnamita, dentro y fuera del país, es testigo de una misma verdad: que Cristo sigue llamando a transformar los ambientes aunque los ambientes sean complejos, y que la alegría del Evangelio no conoce fronteras. El testimonio del cardenal Francis Xavier Nguyen Van Thuân, declarado Venerable por el Papa Francisco en 2017, permanece como un faro espiritual para todos ellos, porque su vida encarna aquello que el movimiento desea suscitar: cristianos libres, alegres, firmes y capaces de dar esperanza en cualquier circunstancia.
Hoy, mientras Vietnam avanza entre contrastes y cambios, el MCC se convierte en una oportunidad privilegiada para renovar la vida de los laicos, encender la fe cotidiana y acompañar a quienes buscan un sentido más hondo. Es un puente entre generaciones, entre Vietnam y su diáspora, entre el dolor del pasado y la esperanza del futuro. Es una invitación a vivir “de colores”, incluso cuando alrededor parece gris. El MCC en Vietnam no es solo un capítulo más en la historia del movimiento, sino un testimonio vivo de que cuando Dios siembra la historia nunca termina mal. Ayer fue semilla, después fue diáspora, hoy vuelve a ser brote joven, fresco y decidido, y mañana —con la gracia de Dios y con quienes siguen diciendo sí— será un árbol grande que dé sombra, alegría y evangelio a muchos.
De Colores, Vietnam. Que tu historia siga iluminando al mundo.
En la diáspora (Estados Unidos, Australia, Canadá, Francia…) y en Vietnam continental, el MCC floreció, manteniendo viva su identidad y misión; la diáspora fue reconocida oficialmente por el Grupo Asia-Pacífico en 1992 y el MCC en el continente recibió su reconocimiento en 2017.
