En este momento único de la historia de la Iglesia, vivimos un “Kairos”, un tiempo de gracia marcado por el proceso sinodal convocado por el Papa Francisco. La sinodalidad no es solo un concepto teológico; es una manera de ser Iglesia, de caminar juntos como Pueblo de Dios. Se nos invita a escucharnos, discernir y construir juntos la misión evangelizadora que Cristo nos ha confiado. Para los laicos, y en particular para quienes formamos parte del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, esta etapa es un llamado profundo a asumir nuestro papel activo en la vida y misión de la Iglesia, recordando que el carisma cursillista se basa en la comunión y el testimonio.

Los Cursillos, desde sus inicios, han sido una escuela de formación para laicos comprometidos, generando líderes evangelizadores en sus ambientes. Este tiempo sinodal nos desafía a vivir aún más intensamente esa misión. La metodología del Movimiento – basada en la proclamación del kerigma, la amistad y la comunidad – resuena con los valores de la sinodalidad. El “caminar juntos” en el amor de Cristo es, precisamente, lo que inspira a los cursillistas a transformar sus entornos con pequeños pero significativos pasos en su “cuarto día”. Ahora, más que nunca, los cursillistas están llamados a ser puente entre la Iglesia y el mundo, promoviendo espacios de diálogo, acogida y encuentro. A través de nuestra acción, podemos ser esa levadura que hace crecer el Reino de Dios, colaborando con la renovación pastoral que el proceso sinodal busca.

Este momento nos invita no solo a reflexionar, sino a actuar. Como laicos cursillistas, estamos llamados a aportar nuestras experiencias y carismas para enriquecer este camino de discernimiento eclesial, siempre en sintonía con el Espíritu Santo. Que este tiempo de sinodalidad sea una oportunidad para fortalecer nuestra comunión, renovar nuestro compromiso y vivir con alegría la misión de ser Iglesia en salida.